¡Hola a todos! Bienvenidos a un nuevo episodio de Casos IPADE. Yo soy María López y, como siempre, me acompaña Javier Morales. Hoy vamos a hablar de algo que, la verdad, me apasiona: el espíritu emprendedor, pero no solo en startups, sino en cualquier organización.Hola María, hola a todos. Sí, este tema es fascinante porque, durante mucho tiempo, se pensaba que ser emprendedor era solo para quienes fundaban empresas o tomaban riesgos enormes. Pero, bueno, hoy sabemos que es mucho más que eso, ¿no?Totalmente. Yo recuerdo mi primer trabajo en una empresa bastante grande y, la verdad, me sorprendió lo lento que era todo. O sea, cualquier decisión pasaba por mil filtros, y si proponías algo nuevo, la respuesta era como... "Eso no está en el presupuesto de este año". Me di cuenta de que faltaba esa agilidad que tienen los emprendedores, esa capacidad de ver una oportunidad y lanzarse, aunque no tengas todos los recursos.Eso que mencionas es clave. El emprendedor, a diferencia del director tradicional, no espera tener todos los recursos para actuar. Persigue oportunidades, toma decisiones rápido, y va asignando recursos poco a poco, incluso buscando fuera de la empresa. El director tradicional, en cambio, suele ser más cauteloso, usa solo lo que tiene y prefiere asignar todo de una vez, como si fuera una apuesta segura.Claro, y eso cambia completamente la dinámica interna. No es solo cuestión de actitud, sino de cómo se gestiona y se toman decisiones. Y, bueno, no sé si te pasa, pero a veces siento que la palabra "emprendedor" está como sobreutilizada, pero en realidad implica una forma de pensar y actuar que puede transformar cualquier organización, grande o pequeña.Sí, y justo por eso es importante entender bien qué significa hoy el espíritu emprendedor. No es solo fundar empresas, sino tener esa mentalidad de buscar oportunidades y adaptarse rápido, sin importar el tamaño de la organización.Y para entender mejor cómo se diferencia la gestión emprendedora, hay seis dimensiones fundamentales. A ver si no me salto ninguna... orientación estratégica, compromiso con oportunidades, asignación y control de recursos, estructura administrativa y filosofía de recompensas. Creo que no me dejo ninguna, ¿verdad?No, creo que las dijiste todas. Y cada una tiene su reto. Por ejemplo, la orientación estratégica: una empresa emprendedora está siempre mirando hacia afuera, buscando nuevas oportunidades, mientras que la tradicional suele enfocarse en proteger lo que ya tiene. Y la filosofía de recompensas, uff, esa es difícil. Premiar la innovación y el riesgo, en vez de solo la estabilidad, no es tan fácil de implementar.Exacto. Y hay empresas que logran combinar lo mejor de ambos mundos, lo que se llama ser ambidiestras. Por ejemplo, conozco el caso de una compañía que, aunque tiene procesos muy sólidos, fomenta equipos pequeños que pueden experimentar y proponer ideas nuevas sin pasar por toda la burocracia. Así mantienen la eficiencia, pero también la innovación.Eso suena ideal, pero, sinceramente, ¿no crees que la dimensión más difícil de implementar en empresas tradicionales es la de recompensas? O sea, cambiar la mentalidad de premiar solo la estabilidad y empezar a valorar el riesgo y la creatividad... es un cambio cultural enorme.Sí, coincido. Y, además, muchas veces los beneficios de adoptar este enfoque no se ven de inmediato. Pero las organizaciones que lo logran suelen ser más ágiles, más resistentes a los cambios del mercado y, sobre todo, más atractivas para el talento joven que busca un entorno donde pueda proponer y crecer.Y eso, al final, se traduce en empresas más innovadoras y adaptables. Aunque, bueno, no es un camino fácil ni rápido, pero sí muy necesario.Y hablando de empresas grandes, siempre está esa duda: ¿pueden realmente innovar como lo hacen las startups? ¿O el tamaño es una barrera insalvable?Mira, te cuento un caso que me tocó analizar hace poco. Una multinacional, de esas enormes, estaba perdiendo relevancia porque el mercado cambió rapidísimo. Lo que hicieron fue fomentar el espíritu emprendedor entre sus empleados, dándoles autonomía para proponer proyectos y hasta recursos para probar ideas nuevas. No fue fácil, hubo resistencia, pero lograron reinventarse y ahora son líderes en su sector otra vez.Eso demuestra que el tamaño no tiene por qué ser un obstáculo, ¿no? Al final, lo que importa es la mentalidad. Si la dirección está dispuesta a cambiar y a confiar en su gente, se pueden lograr cosas increíbles. Aunque, claro, siempre hay quienes se resisten al cambio...Sí, la resistencia al cambio es natural, sobre todo en organizaciones grandes. Pero cuando se logra instalar una mentalidad emprendedora, la empresa se vuelve mucho más resiliente ante la disrupción y la tecnología emergente. No depende tanto de la estructura, sino de la capacidad de adaptarse y de crear oportunidades constantemente.Bueno, creo que con esto nos quedamos con una idea clara: el espíritu emprendedor no es exclusivo de las startups, sino una necesidad para cualquier organización que quiera sobrevivir y crecer hoy en día.Así es. Y seguro que en próximos episodios vamos a seguir explorando cómo las empresas pueden aplicar estos principios en la práctica.Gracias por acompañarnos, Javier, como siempre un gusto platicar contigo.Gracias a ti, María, y gracias a todos los que nos escuchan. Nos vemos en el siguiente episodio de Casos IPADE.¡Hasta la próxima!

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